Nos han metido a todos en el confesionario haciéndonos creer que lo que sucede no es más que un justo castigo por nuestros pecados.
Hemos pecado como la cigarra irresponsable viviendo por encima de nuestras posibilidades en la época de bonanza sin pensar en el crudo invierno que siempre está a la vuelta de la esquina. Cegados por la soberbia, no hemos tenido la humildad necesaria para mantenernos alejados del deseo vanidoso de una vida mejor.
Nos hemos dejado arrastrar por la pereza, incapaces de hacernos cargo de nuestra propia vida. Somos vagos, no estamos a la altura del héroe de la "Cultura del Esfuerzo" capaz de sobreponerse a todas las dificultades para ganar. Como débiles que somos, sólo esperamos que el Estado nos mantenga y proteja.
Con estos pecados ya estamos condenados pero, además, hemos tenido el descaro de desatar nuestra ira librando el odio y el enfado que nos oscurece el corazón y nos nubla la mente por el deseo de venganza.
Y aquí estamos, arrodillados en el confesionario abrumados por el peso de nuestra conciencia, haciendo acto de contrición y aceptando la penitencia para salvarnos.
Sigue la farsa, las mismas putas mentiras de siempre.
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