Hace muchos años, en España, había un señor bajito que inauguraba pantanos. Era una época siniestra y los pantanos estaban llenos de fango como el corazón de aquel señor.
Yo nací en una casa de aquel país.
Como niña, no sabía de fangos y lodo y observaba con curiosidad las imágenes en blanco y negro en las que un abuelete mandón cortaba cintas que inauguraban la detención del natural curso de un río.
Hoy, mucho tiempo después, inauguro este espacio con una intención muy distinta: quiero que el agua del río corra, que salte sobre las piedras, que te moje los pies...
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